Consagrado al tabaco

Consagrado al tabaco

Un autógrafo casi indescifrable es la prueba de que Luciano Pavarotti estuvo en el taller de puros de Benigno Arronte Millo, en Pavas.
“To Andre Arronte. Luciano Pavarotti 2004” (Para Andrés Arronte...) se lee en un pequeño papel blanco que el hijo menor del tabaquero le alcanzó al tenor cuando el Mercedes color vino en el que viajaba estaba a punto de alejarse.El pasado 30 de enero, una llamada telefónica le avisó a Benigno, un cubano llegado a Costa Rica en junio de 1997, que el tenor quería comprar puros frescos y alguien le había recomendado visitarlo. Eso le dijeron.“Nosotros somos admiradores de él, hasta pensábamos ir al concierto”, afirma Yamile Segundo, su esposa y mano derecha, mientras él fuma con calma.Siete personas, más la pareja, se encargan de producir 600 puros diarios (al principio solo hacían 50). La mayoría se va al exterior, el resto se reparte entre algunas tiendas y clientes selectos, incluso del extranjero.Un olor inconfundible anda por la casa. El viento lo extiende y lo unta hasta en la ropa. Sin embargo, no es el tufo molesto del cigarro, sino un aroma delicado, como si estuvieran quemando perfume.
De cerquita Al final, Benigno y Yamile se quedaron sin escuchar a Pavarotti, pero lo tuvieron metido en la cochera. Antes de que llegara, uno de sus escoltas visitó la casa, les preguntó si podrían recibirlo y pidió que, cuando el auto del tenor estuviera cerca, mantuvieran abierto el portón de ingreso. Así lo hicieron.
“Fíjate...pensamos que era una broma”, dice Yamile. Pero no. El auto que transportaba a Pavarotti llegó a las 5:20 de la tarde. De inmediato se escondió en la cochera.
“Nunca se bajó del auto. Desde ahí pidió los puros, le alcanzamos unas cajas, las olió y escogió”, dice el marido. Eligió los Corona Gorda. “Eso deja ver que sabe de puros... son medianos, no muy grandes, no muy cortos, no muy suaves, no muy fuertes, muy aromáticos, de fácil combustión”, explica Arronte.
El tenor compró cinco cajas (tres de Corona Gorda y dos de puritos). En total, la comitiva se llevó 18 cajas –14 de Corona Gorda, una de Churchill y 3 de puritos–. A las 5:45 p.m la caravana volvió al hotel.Hagamos números: una caja de Corona Gorda de 25 unidades cuesta $150, la de Churchill $175 y la de puritos $70. “Pero también le regalamos un puro grande de exhibición y una flor de tabaco”, añade Arronte.
Una propaganda extendida de boca en boca, que no ha costado ni un cinco, fue la que llevó al italiano hasta su taller. Parece que Pavarotti dijo que quería hallar puros frescos y José Ignacio Cordero, de Credomatic, le contó dónde conseguirlos.
El mejor del mundo la historia de los puros de Benigno Arronte empieza con su arribo a Costa Rica. “Traía un poquito de hojas de tabaco, pero para consumo propio. Yo mismo los hacía, a mano pelada y con un ‘cuter’ de cortar cable”, cuenta.
“Nosotros somos del campo. Hacíamos tabaco por ‘hobby’, estábamos acostumbrados a eso... pero llegó el momento en que no dábamos abasto, no se dormía por atender a los clientes”, explica Yamile. Ahora duermen bien, tranquilos en su patria adoptiva.
Ella y Benigno nacieron en la provincia cubana de Pinar del Río, donde dicen que crece el mejor tabaco del mundo, el más caro y el que lleva más tiempo de proceso.
“Mira, solo en la curación de las hojas se llevan tres años”, dice él con un orgullo evidente. Ambos son hijos de tradición tabaquera, algo que les sirvió de mucho cuando la afición se convirtió en negocio.Un día, recién llegado Benigno, le regaló a Manolo de Oña, un buen fumador, uno de los puros que había hecho a mano, de forma artesanal, y le encantó. Poco a poco se fue haciendo un reguero de fama y los clientes empezaron a aparecer.
Ahora la marca ofrece puros personalizados, es decir, unos que en el anillo y la caja tienen el nombre del comprador. Esos son únicos, exclusivos. Solo los fuma quien los paga, a nadie más se le venden.
De tiempo completo hoy la pareja sigue viendo el oficio como una consagración, algo que exige tiempo, amor, paciencia...
“Algunos han comparado la fabricación de puros con una mujer”, dice Benigno, “cuanto más se acaricia el tabaco, mejor se pone”.
Y parece que sus puros se ponen buenos: la clientela y los pedidos aumentan; ya se piensa en subir la producción hasta 800 unidades diarias.
Por el momento, en su catálogo tienen 16 vitolas (formatos de puro según su largo, ancho y peso), pero este año podría subir si salen al mercado las “Joyitas de don Benigno”, “unos puros pequeños, de unos 4 gramos, pero muy elegantes”, dice él mismo mientras el humo del puro que fuma se enrosca frente a su cara.
Adentro, en el taller, la labor avanza silenciosa. Solo se oye un radio.
Las manos de los trabajadores acarician las hojas. Las van acomodando de adentro hacia afuera, con cuidado, como si escondieran algo muy valioso en el corazón seco del tabaco.

Hace 7 años, Benigno Arronte empezó a hacer puros por pasatiempo. Hoy, hasta Pavarotti los fuma
Ovidio MUÑOZ / Al Día
omunoz@aldia.co.cr

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